Protestar no es suficiente

Hace algunos años recuerdo una conversación con ecuatorianos de oposición al gobierno de Rafael Correa antes de que se realizara la Constituyente que realizó la Constitución ecuatoriana de 2008. Similar al gobierno legítimamente electo de Hugo Chávez, el de Correa llegó al poder con una promesa de cambiar el estatus quo, cambiando el sistema político desde la raíz del Estado. En aquella oportunidad junto a otros compañeros estudiantes o actuales colegas politólogos les ´aconsejábamos´ que hicieran todos los esfuerzos por estar presente en dicha Constituyente, y que de ninguna manera abandonaran en las manos de pocos las decisiones de lo que serian las reglas del juego para todos.

Creo que la oposición ecuatoriana cayó en la misma situación de la oposición venezolana, el desprestigio y deslegitimación de los partidos comenzó desde adentro de ellos mismos. Hoy en día espero que no deban pasar por tantos reveses como la oposición venezolana para consolidar su unión en torno a un proyecto de país diferente a la que gobierna en la actualidad, aunque la presentación de múltiples candidatos para las elecciones presidenciales de 2013 dejan ver que su camino será largo.

Argentina es quizás el próximo de los países latinoamericanos que deberá poner a prueba la solidez de sus instituciones democráticas y de su sistema político en general. Estoy convencido de que Cristina de Kichner, al igual que Chávez, Correa,  Morales y Ortega son gobernantes que se ven a si mismos como la única vía hacia la consecución de sus proyectos, y por más que se diga lo contrario son gobiernos democráticamente electos pero que con sus acciones debilitan la autonomía e independencia a los Poderes Públicos, dejando a la democracia en una condición vulnerable al alterar el sistema de contrapesos democráticos.

Viendo las protestas realizadas en Buenos Aires recientemente contra la inseguridad, la inflación, el desempleo y la intención de buscar una tercera relección, recuerdo el proceso del ´marchismo´ (como lo llama Paulina Gamus en su reciente libro) que vivimos en Venezuela en la pasada década. Todas estas protestas tienen,  como tuvieron las nuestras,   el objetivo de criticar al gobierno, de pedir que hagan su trabajo y de que hagan un uso eficiente de los recursos del Estado para brindar mejor calidad de vida a todos, no sólo a un sector que se ve beneficiado por el gobierno de turno.  Perdí la cuenta de las veces que marchamos, que caceroleamos, que protestamos. Todas estas manifestaciones son legítimas pero no necesariamente son útiles.

Para que una protesta sea articulada y pueda tener un impacto debe ser organizada por actores de relevancia social y política, por líderes que aglutinen a otros creyentes en la misma causa. Yo creo que muchos de éstos líderes y actores de relevancia nacen en las comunidades y participan activamente en organizaciones sociales o de la ´sociedad civil´ pero no por ello excluyo a los partidos políticos. Es necesario que existan partidos políticos para que pueda existir una coherencia en cuanto a las propuestas, no basta con estar en contra de algo, hay que construir una alternativa y la naturaleza de estas organizaciones deber ser la de penetrar la sociedad y articular el sentir de los ciudadanos en propuestas y planes de gobierno que son ofrecidos electoralmente para llegar al poder y realizarlo desde allí.

La crisis de los partidos políticos es una crisis de legitimidad al interior de ellos mismos. Muchos partidos de Latinoamérica han cerrado sus puertas a la renovación del liderazgo y sus pseudo-líderes se han hecho caudillos dentro de sus organizaciones. La falta de democracia en la toma de decisiones de algunos partidos hace cuestionar cómo pueden ésos partidos participar en un sistema demócrata. ¿Cómo combatirlo? Yo creo que la respuesta es participando más, no dejándoles el camino abierto a quienes secuestran los partidos.

Si más personas se suman a partidos y con ellos traen ´sangre fresca´ a las organizaciones habrá más probabilidades de ir cambiando el sistema corrompido de algunas organizaciones en las que la representación de la sociedad pasó a ser sólo un lema dentro de sus estatutos. Creo que abandonar los partidos es también fruto del abandono de ideologías, cada vez las personas creen menos en todo y al final dejaran de creer en todos. Desmeritar las ideologías y los partidos es la salida más fácil para quienes los señalan con el dedo como responsables de todos los males de nuestros países.

La democracia no es un asunto de ´ellos´ o de ´aquellos´ es un asunto de TODOS y como tal debemos darle importancia en nuestra cotidianidad, sin caer en fanatismos, sólo con la convicción plena de que participar nos da la posibilidad de cambiar para mejor algo con lo que no estamos satisfechos. Protestar es ´justo y necesario´, pero no basta. Protestar es legítimo, pero no basta. Protestar es saludable, pero no basta. Hay que organizarse en torno al proyecto de país que queremos para nosotros vivir en el y para que vivan nuestras generaciones futuras. Yo no creo en un proyecto de país que tiene el nombre de una persona, yo creo en un proyecto de país que en mi caso particular, tiene nombre de mujer: Venezuela.