La enfermedad como pretexto

Desde el sábado 8 de diciembre Venezuela cayó en un embrujo que parece casi perpetuo desde junio de 2011 cuando se le diagnosticó al presidente un cáncer. De ésta afección se desconoce hasta la fecha el tipo y ubicación exacta, puesto que en vez de partes médicos lo que hemos tenido han sido interpretaciones políticas de su estado de salud. El mismo presidente que aseguró desde su natal Barinas haberse curado y con lágrimas en los ojos le dijo al país que estaba listo para emprender su campaña presidencial para ser reelecto le anunció ese sábado al país que las lesiones malignas (que asumimos son tumores cancerígenos) reaparecieron y debía ser operado por cuarta vez y que en caso de no poder asumir su cargo, debían apoyar a su sucesor.

Su campaña presidencial, como todos pudimos observar, tuvo un ritmo mucho menos fuerte que el de las anteriores, y sus apariciones fueron siempre ´estratégicas´ para afianzar el apoyo de sus seguidores. Suponemos hoy, luego de conocer su más reciente diagnóstico, que la presunción de que su condición física se agravaba era parte de las discusiones internas de la campaña, y que si las elecciones presidenciales hubiesen sido el próximo domingo (como estaban previstas inicialmente) seguramente el candidato presidente no hubiese podido ganar cómodamente o peor aún debería haberse retirado días antes de la elección dejando acéfala la campaña oficialista.

Ya conocemos lo sucedido y los escenarios supuestos del pasado nada nos ayudarán a aclarar el futuro. Mientras tanto en el embrujo que vive Venezuela los rumores se apoderan del oxígeno que se respira en las calles y se hacen el pan de cada día, no se habla de más nada ni de más nadie que del paciente. A pesar de ello, la información en esta oportunidad ha sido mucho más precisa por parte de los voceros oficiales que en veces anteriores. Las caras largas y de preocupación dejan ver que la situación no es fácil y sus mensajes lejos de hablarle al país le hablan a sus seguidores, a quienes llaman a estar unidos junto a su líder y ´preparados´ para los momentos difíciles por venir. Sin embargo, con una elección regional en puertas el momento del embrujo es muy inoportuno.

Se han dejado a un lado la discusión de los temas que son importantes, como combatir la inseguridad, mejorar los servicios de salud, infraestructura y educación en cada estado y sobretodo el de defender la institucionalidad democrática. Se ha pasado a hablar únicamente del convaleciente en Cuba (país que prefiere por encima del propio para recibir su tratamiento médico) y la agenda mediática, política y social pasa nuevamente a estar dominada totalmente por Miraflores con el embrujo del que son presa a modo del flautista de Hamelin.

La enfermedad es sólo un pretexto para no atacar los problemas reales. Otro pretexto de campaña fue el ´salvar a la patria´ y con ellos se imponen sobre las situaciones más sentidas diariamente por los venezolanos, quienes a pesar de su espíritu de superación, se ven rodeados de imposibilidades y obstáculos que el gobierno nacional no tiene interés en atender y muchos de sus gobiernos regionales no tienen la capacidad de hacerlo. Esperemos que los venezolanos sepan que elucubrar del futuro, con las inexactitudes propias de lo incierto, no resolverán sus problemas y que sólo debemos ocuparnos del presente, y el presente son las elecciones del domingo.

Lo más importante ahora es elegir a quienes tengan la mayor capacidad de dar una respuesta inmediata a los problemas de nuestros estados, defendiendo la institucionalidad democrática consagrada en la Constitución y que no estén dispuestos a caer en el embrujo del ´Poder popular´ que le entregaría el país a las comunas, elegidas del seno de unos pocos, dejando la democracia como un simple enunciado porque las comunas son comunismo.

El Populismo del siglo XXI

El Populismo del siglo XXI

América Latina posee múltiples características. Unidos por una lengua en diversas geografías, climas y costumbres la gente comparte un elemento: la cultura latinoamericana. Esta cultura es variada, con elementos muy autóctonos enraizados en cada país y se evidencian en sus procesos históricos. Desde el punto de vista político la diversidad es también un elemento evidente desde México hasta la Patagonia Argentina en el extremo sur del continente americano. La diversidad política no es otra cosa que una muestra de la diversidad social, que se ha manifestado en formas de gobierno democráticas y otras no tan democráticas.

Son estas formas de gobierno no tan democráticas las que hoy en día se hacen comunes y van permeando en la sociedad latinoamericana lentamente. Atrás han quedado los años en donde las dictaduras causaban estupor y rechazo, hoy, los  gobiernos de cara democrática pero con corazón autoritario son parte de la arena política de la región.

El común denominador de esta forma de gobierno es perpetuarse en el poder. Una de las ideologías que comparten estos gobiernos es lo que algunos buscan definir como un nuevo socialismo, o socialismo del siglo XXI. En este modelo hay un líder único, que concentra todo el poder legítimo, dado en las leyes y aquel que no le es legitimo para buscar mantenerse en el poder, diluyendo la diferencia entre el Estado y el Jefe de Estado, rompiendo un principio básico de la democracia: la limitación del poder.

Nuestros países han trascendido en su mayoría, luego de lograr nuestras independencias, de regímenes militares-dictatoriales con cúpulas de poder dominantes en todos los sectores del país, a ser democracias. Esto no sería posible si no se hubiese generado un proceso de aprendizaje y de evolución política. Hoy en día son claras las ventajas de vivir en sistemas democráticos, de gozar de libertades, garantía y protección de los derechos.

La historia política latinoamericana nos lleva en un estilo casi novelístico por lo que vivieron nuestros antecesores un par de generaciones atrás trayéndonos al presente. Las historias de guerras, dictaduras, represión y exilio son aún recientes. Este aprendizaje se encuentra presente en la memoria del pueblo latinoamericano, la diferencia es el grado de valoración que en cada país le han dado a la libertad y a la democracia, sino pregúntele a un chileno si permitiría un gobierno que no fuera 100% democrático luego de la experiencia vivida con Pinochet en comparación con otros pueblos que parecen entregarse sin resistencia al autoritarismo de sus gobernantes.

¿Qué es el socialismo del siglo XXI?

Quizás usted se hace esta pregunta. La respuesta, para ser sinceros, es compleja. El socialismo como forma de gobierno es muy clara, sin embargo los elementos que se incorporan “en el siglo XXI” dejan a un lado las bases teóricas y prácticas, lo que genera un salto al vacío, un viaje a lo desconocido, con millones de habitantes a bordo que votaron por un cambio.

Si partimos de la idea del estudio y el análisis que efectúan las Ciencias Sociales y Políticas en las sociedades del mundo podemos concluir que las formas de gobierno de carácter socialista no son errados, existe una posición muy clara del peso que da el Estado como promotor y responsable del bienestar social, habiendo casos en donde las políticas socialistas del Estado han sido efectivas como en Canadá, manteniéndose siempre la separación y autonomía de poderes y la corresponsabilidad social en el manejo de las políticas.

Sin embargo los elementos que preocupan del Socialismo del siglo XXI apuntan a esquemas de tendencia comunista, en el que el discurso del líder se enmarca en el esquema del pueblo explotado, producto del sistema mundial capitalista, que le despoja de todos sus derechos y posibilidades de progresar.

Los líderes del socialismo del siglo XXI de la talla de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua dicen tener una verdadera vocación de servicio al pueblo sin ser genuflexos a los intereses capitalistas que según su perspectiva han dominado y acabado con los recursos de muchos países. Estos modelos al ser estudiados dejan ver claramente que no ha habido hasta el momento una experiencia exitosa, ni ahora ni antes, cuando en la época del apogeo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el comunismo no ha sido más que un modelo de autoritarismo y represión sin cumplir con la oferta teórica en la que el proletario –o clase trabajadora- haya sido el dueño y beneficiario de los medios de producción social.

¿Por qué Populismo del siglo XXI?

Esta respuesta es menos compleja. El populismo por definición es una degeneración del poder, o de una forma de gobierno que utiliza un discurso predominantemente social, “ser la voz del pueblo”, con una dura crítica a los partidos tradicionales o élites sociales. De esta forma pretende lograr la identificación con el sector mayoritario de la sociedad que en muchos casos ha sido dejada a un lado por sus gobernantes. Sin embargo estos gobiernos populistas tienen poco o nada de efectividad en cuanto a la gestión que realizan. Así vemos como luego de los primeros términos para los que fueron electos buscan una reelección, o más de una, para poder terminar de realizar su proyecto. El secreto a voces es que el proyecto es perpetuarse en el poder, sin más razones ciertas para solucionar los problemas que aquejan a la sociedad.

El caso más notable es obviamente el caso de Venezuela y del gobierno de Chávez que ya por más de 11 años gobierna y, con la posibilidad de reelegirse indefinidamente, luego de cambiar la Constitución, tiene aun el cinismo de pedirle a sus electores que le den más tiempo para concretar lo imposible para él: gobernar. Sin lugar a dudas el caso venezolano es un caso particular, en el que elementos como el ingreso petrolero han permitido la política populista a lo interno y  en el exterior en un país consumido por la inseguridad y la inflación.

Lo más preocupante hoy en día es ver cómo este tipo de regímenes que fundamentan intolerancia y división social se han diseminado por América Latina, fundamentándose erróneamente en el pensamiento de Bolívar. La pregunta que debemos hacernos es ¿hasta dónde permitirán los pueblos latinoamericanos que esto  llegue?

Ciertamente el populismo del siglo XXI es parte del proceso de aprendizaje político. Sin duda deben analizarse las razones por las cuales llegamos a tener deficiencias en nuestras democracias que abren la puerta al autoritarismo y al retroceso social y político en América Latina. Todos debemos involucrarnos y no ser ajenos a la lucha democrática en nuestros países. Debemos fortalecer la institucionalidad democrática de nuestros países, velar por la garantía de las leyes y dar el ejemplo participando en la toma de decisiones a nivel local, ser vigilantes de las autoridades que elegimos, involucrarnos en partidos para garantizar la elección de mejores candidatos en el futuro y sobre todo no dejar que otros decidan bajo el errado concepto de “no me gusta la política”. La política es un elemento cotidiano de nuestras vidas y nuestra tarea no es únicamente ir a votar y esperar leer en las noticias un día que todo cambió.

Artículo escrito para la Revista Política Político